El momento en el que el gas natural entra a formar parte de la red nacional de gasoductos para ser distribuido a las industrias, a las centrales de generación eléctrica o a los hogares, supone el punto y final a un largo viaje que se inició varias etapas atrás cuando el gas fue extraído del yacimiento. Se trata de un enorme entramado de tuberías a través del que circula el gas natural para llegar a su destino final y ser utilizado en múltiples aplicaciones, desde calentar un hogar o un pequeño comercio, pasando por procesos industriales complejos como producción de productos petroquímicos, cocción de cerámica o fundición de metales, hasta generación de energía eléctrica a través de la cogeneración y de las centrales térmicas. Para cada uno de los fines, y en función de si se trata de un cliente residencial, del sector servicios o de la industria, el gas se entrega a diferentes presiones. Varía desde presiones menores a 0,05 bares, para los consumidores más pequeños (los domésticos) hasta presiones superiores a 40 bares en las entregas a ciclos combinados o a la gran industria.